viernes, 27 de marzo de 2015

Los Buzzcocks nunca fallan

Me lo dijeron días antes del concierto, y era verdad. No tardaron nada en demostrar que siguen teniendo carisma y siendo uno de los mejores grupos de punk rock que habrá en la historia. Los Buzzcocks salieron anoche al escenario de la Sala But, arrancaron con Boredom y en cinco segundos se habían metido al público en el bolsillo. Sin parar ni un segundo encadenaron al primer tema Fast Cars (con la misma intro que la anterior) y I Don't Mind

Para entonces los asistentes habíamos enloquecido del todo y sin remedio. Si alguien tenía dudas de que Pete Shelley y Steve Diggle, ambos a semanas de cumplir los 60, tendrían un mal rendimiento en vivo, estaban muy equivocados. No solo es que aguantaran la hora y media de actuación, en muchas ocasiones parando escasos segundos entre canción y canción (si es que paraban), sino que derrochaban energía. A esto ayudaron sus dos nuevos acompañantes, algo más joven que ellos: el bajista Chris Remington, discreto pero eficaz, teniendo en cuenta lo importante que es el bajo en muchos temas de los Buzzcocks, y el batería Danny Farrant, potente y tan infatigable como sus compañeros.




La voz de Pete Shelley ha perdido sus juveniles registros, sobre todo en los agudos, pero sigue manteniendo un timbre agradable y capaz de interpretar más que dignamente tanto las composiciones grabadas entre hace cuatro décadas como las del año pasado. Sin embargo, fue curioso percibir cómo a medida que pasaba el concierto su voz se calentaba y mejoraba, hasta el punto de que cerraron con Orgasm Addict y sus famosos gritos inundaron el local. Además se dosificó bien con Steve Diggle, de manera que cada uno interpretaba un bloque de canciones y después se encargaba el otro. Diggle, que parecía eléctrico y se marcó un solo muy destacable, fue especialmente participativo y agradecido con el público.

El repertorio fue realmente acertado. Personalmente, solo me faltaron Get On Your Own y Wish I Never Loved You, pero no me quejo, en absoluto. Solo tocaron cinco temas del último álbum, The Way, entre ellas la poderosa Keep On Believing. El resto del setlist, como no podía ser de otra forma, se compuso de clásicos, siempre eternos e infalibles. Da gusto ver que esos temas no han envejecido en absoluto, y además ganan muchos puntos en directo, por potencia y por las ganas que les pone la banda: Nothing Left, Promises, Love You More, What Do I Get... y su estrella, Ever Fallen In Love (With Someone You Shouldn't've).

Aún quedan Buzzcocks para rato, y de verdad que se agradece. Pocos grupos contagian al público de su energía y lo tienen saltando, bailando y coreando sus estribillos sin parar durante una hora y media que se hizo corta. Todavía les quedan un par de fechas en España, hoy en Santander y mañana en San Sebastián. No os los perdáis si tenéis la ocasión de ir.

viernes, 13 de marzo de 2015

Después de la fiebre de 'Birdman'

Cuando se crea mucha expectación por la llegada de algo, lo habitual es que casi todos esperen que ese algo sea algo extraordinario, difícil de ser; o al menos algo bastante bueno, sin más. ¿Es posible que esto le haya sucedido a Birdman, el último largometraje de Alejandro González Iñárritu?

Podría ser, o no. Mi primer pensamiento tras comenzar los títulos de crédito fue: "con lo que se ha hablado de esta película, con la de Oscar y otros premios que ha ganado, y con lo que me la han recomendado varias personas... ¡Y al final resulta que no era para tanto!". Por no ser injusta, mi siguiente pensamiento fue que no es para nada una mala película, pero tampoco creo que sea recordada en unos pocos años. Y ya si se la compara con los otros títulos del director, en especial con la de su famosa trilogía, la diferencia es abismal, aunque Birdman no tenga nada que ver con los otros.



Sin desdeñar en absoluto a Iñárritu y su obra (sería ridículo hacerlo, a juzgar por su filmografía), creo que Birdman se pierde en la autocomplacencia, que el director daba por sentado que iba a hacer una obra maestra, con un guión magistral y una técnica originalísima. Ni lo uno ni lo otro: el guión aburre en muchos momentos, y el comentadísimo plano secuencia, aparte de ser falso, ya era algo que se había hecho antes (por ejemplo lo hizo Hitchcock). Y todo es bastante pretencioso, comenzando por el larguísimo título.

Me costó mantenerme despierta, lo reconozco. Y en buena hora lo hice: si la trama a veces carece totalmente de interés, el final es casi un insulto. (SPOILER ALERT) No puede ser que se nos muestre a un protagonista medio trastornado, que se cree el súper héroe que interpretó, pero vemos que todo está en su mente, y que de pronto al final se decida a saltar por la ventana, harto de todo e incluso después de haber sobrevivido a un autodisparo en la cara... y vuele por el aire, como el auténtico Hombre Pájaro. Eso es faltar a las reglas del juego del propio filme.

Me comentaron que eso se podría considerar "realismo mágico". Cada uno ve las cosas de una manera, está claro, pero realismo mágico para mí es Alfanhuí de Sánchez Ferlosio, no esto. Salí del cine con la sensación de haber perdido el tiempo y de que de toda la película solo salvaría a Emma Stone, que nunca dejará de parecerme una enorme actriz que puede ser aún mejor de lo que ya es.