martes, 26 de febrero de 2013

Sobre amistad y música

He aquí un bonito descubrimiento: la argentina Días de vinilo, entrañable y sencilla, repleta de referencias al buen cine y a la buena música, con intérpretes dinámicos y mucho humor. Esta comedia, ópera prima de Gabriel Nesci, cuenta la historia de cuatro treintañeros amigos desde su infancia, época en la cual se hacen por accidente con un montón de vinilos de los buenos. Así comienza su amor por la música, que les marcará en mayor o menor medida, pero sin dejar de estar presente: Luciano (Fernán Mirás) trabajará como locutor de una emisora musical, Marcelo (Ignacio Toselli) adora a John Lennon y tendrá una banda tributo a los Beatles, Facundo (Rafael Spregelburd) será un compositor frustrado que vende parcelas en un cementerio privado y Damián (Gastón Pauls) será guionista y director de cine.



La película muestra como este cuarteto se halla en plena crisis de madurez y todos tienen problemas sentimentales, bien por sus parejas o por la falta de ellas. Los personajes son arquetípicos, pero todos ellos tienen interés y sobre todo gracia: el que se ve arrastrado a un matrimonio que le agobia, el Peter Pan-playboy idealista, el que se enamora siempre de mujeres imposibles y el talentoso pero inseguro tras su reciente ruptura. Por el contrario, las cuatro mujeres que completan el reparto, aunque aparecen de manera más secundaria, tienen más carácter y saben bien lo que ellas e incluso lo que ellos quieren.

La historia, por lo que tiene de real y cotidiano y por los continuos golpes cómicos, atraerá a cualquier espectador, pero gustará más a los culturetas, que son los que comprenderán las escenas como la carrera final de Damián hacia la chica, al estilo de Woody Allen en Manhattan, o por qué Marcelo entra en pánico al conocer a una chica con rasgos japoneses y las iniciales Y. O. El filme está lleno de alusiones musicales y en varias ocasiones se exhiben vinilos de grupos míticos. Los personajes mencionan en varios momentos que están hartos de preguntar a la gente por el tipo de música que escuchan y que la respuesta sea: "Variado". Por el fanatismo melómano (e incluso por los problemas de madurez de los protagonistas) esta película bien puede recordar a la magnífica Alta Fidelidad.

La secuencia casi final es previsible y típica de comedia romántica, pero se le perdona por el buen sabor de boca que deja todo lo anterior. Y como parecía raro que en una película argentina no apareciera el guapo Leonardo Sbaraglia, pues nada: aparece y se interpreta a sí mismo en dos escenas, bastante graciosas ambas, que hacen la película aún más redonda.

NOTA: 8/10

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