Hacía tiempo que no me atrapaba así una historia como la que cuenta la miniserie de este año de la BBC, 'The Shadow Line'. Y eso que en sus siete capítulos hay más sangre que en la Biblia, lo cual no es agradable de ver.
Pero aunque a uno no le guste la violencia cruenta, 'The Shadow Line' engancha, y mucho. Según me han dicho se parece a 'The Wire' (hablo por terceros porque aún no la he visto). Todo comienza con el asesinato de Harvey Wratten, un veterano jefazo del tráfico de drogas, nada más salir éste de la cárcel gracias a un perdón real (es decir, concedido por la mismísima Reina de Inglaterra). A partir de ahí se verán entremezclados la policía, la banda de Wratten, un periodista de investigación y el misterioso y flemático Gatehouse (muy british él), todos intentando averiguar quién cometió el asesinato.
La trama es compleja desde el minuto 1, y cada vez se enreda más. Por cada cosa que se descubre surgen otras diez que hay que averiguar. Uno puede hacer sus predicciones desde el primer capítulo, pero acabará modificándolas cada media hora, para finalmente ver que no ha acertado en casi nada. Todo se revela en los últimos 10 minutos, y hay que estar realmente atento para no perderse en la explicación. No queda ni un cabo sin atar ni ninguna explicación que chirríe (como pasó con 'Lost').
El reparto realiza en general un buen trabajo. Algunos de los actores son conocidos, al menos en España, sobre todo dos. Uno es Chiwetel Ejiofor, que interpreta al agente Jonah Gabriel, que se lo jugará todo para llegar hasta el fondo en la investigación. Pero el más destacado, el que sobresale por encima de todos como actor y como personaje es el grandísimo Stephen Rea, Gatehouse en la serie. Al igual que ocurre con la trama, casi hasta el último momento no se sabrá quién es ese hombre, si actúa por libre o si trabaja para alguien.
Los guionistas han hecho desde luego un trabajo excepcional con esta serie. No sólo por la historia, que está muy bien hilada y es totalmente realista, sino también por la cantidad de matices de los personajes. No hay ninguno plano: cada uno tiene su historia, su carácter, sus incoherencias consigo mismos, sus emociones, sus dudas, sus miedos... Son personas de verdad. Y todos, en mayor o menor medida, tienen su atractivo. Seguramente el espectador aborrecerá al instante a Jay Wratten, el sobrino del asesinado, y no llegará a identificarse con ninguno de los personajes por completo, en gran parte por la maldad que emanan casi todos. Pero sí se podrá sentir empatía en determinados momentos con alguno, por ejemplo, con Joseph Bede (Christopher Eccleston), uno de los cabecillas criminales, cuya vida personal está destrozada.
No es de extrañar que el guionista, director y productor de la mayoría de los capítulos de 'The Shadow Line', Hugo Blick, ganara el premio del Gremio de Escritores de Gran Bretaña a la mejor serie dramática de televisión. Como novela negra también habría sido espectacular, y quizá la trama habría sido más fácil de explicar y de entender. Pero como serie es simplemente perfecta. Ni siquiera se puede criticar la poca cantidad de capítulos, ya que en ninguno de ellos hay nada de relleno. Y al desvelarse todos los misterios uno se queda inevitablemente con la boca abierta y pensando si algo así no podría suceder (si es que no sucede ya) en la vida real.
Haced la prueba: en cuanto veáis el primer capítulo seguro que veis los seis siguientes del tirón. 'The Shadow Line' es una adicción, pero de la buena.
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