jueves, 20 de octubre de 2011

Loquillo en buena compañía

Saber rodearse de gente talentosa es algo que garantiza el éxito, o al  menos la calidad. Loquillo ha sabido estar siempre bien rodeado, y eso se nota. En su momento estuvo con Los Trogloditas, gran banda, y más recientemente con figuras como Gabriel Sopeña, Jaime Stinus o Luis Alberto de Cuenca.

Son estos tres los que han trabajado junto a Loquillo en su último álbum, Su nombre era el de todas las mujeres. De Cuenca ha puesto las letras, sus propios poemas; la música para los mismos la pone Sopeña, y Stinus se ha encargado de arreglar y producir el disco, además de componer la música para el penúltimo corte, La Tempestad. Precisamente éste es el más "raro" del álbum, por su estilo a lo Tom Waits tanto en lo melódico como en la voz.





El resto de temas se dejan escuchar más, y entre ellos hay verdaderas joyas. La principal es El encuentro, que habla precisamente del encuentro con un antiguo amor. La melodía comienza siendo delicada, asciende poco a poco y finalmente las guitarras estallan furiosas (magnífico trabajo de Sopeña y de Stinus). Todo ello unido a la inmensa voz de Loquillo, cuyo tono acompaña perfectamente la música. Cuando el Loco de pronto grita eso de "y en mi interior bullía la mentira..." uno se queda con la boca abierta. Es sencillamente espectacular.

Algo parecido ocurre con La malcasada. La temática está a la orden del día: la mujer infeliz de 40 y tantos de quien pasan su marido, sus hijos y sus propios padres. Loquillo empieza cantando en un tono suave y acaba gritando con desgarro.

Y es que ahí radica la otra parte de la calidad de este álbum. El Loco se ha rodeado de grandes profesionales, sí, pero el centro de todo es su voz, que está a un nivel increíble. No es Sinatra, nunca lo ha sido ni lo será ya, pero no le hace falta. Siempre ha tenido un timbre grave que no le permitiría cantar ciertas canciones (digamos My Way, por seguir con el ejemplo de Sinatra), pero tiene una voz carismática y agradable de escuchar, y él y los compositores de sus canciones han sabido escoger temas a los que pudiera adaptarse bien.

Con los años ha ido teniendo un tono más maduro, muy atractivo, y ya desde hace tiempo ha sabido modular perfectamente su voz para hacer con ella casi cualquier cosa que se proponga. Lo ha demostrado en el estudio y en directo. Ya en Balmoral (2008) cantaba como nunca: lo mismo se ponía en plan rocker (Soy una cámara) o pasaba a cantar casi susurrando, como en la deliciosa Vintage. El álbum era buenísimo, y parecía que se había puesto el listón casi inalcanzable.


Su nombre... probablemente no sea mejor que Balmoral, pero se le acerca muchísimo. Sólo hay que escuchar bien, además de El encuentro y La malcasada, otros interesante temas como La noche blanca, Cuando vivías en la Castellana o Farai un vers de dreyt nien. Con canciones así se echan menos en falta sus clásicos rockeros de los 80 y 90. La gira que va a realizar desde noviembre en teatros promete, y mucho.

NOTA: 7.5/10

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